miércoles, 13 de enero de 2010

El reflejo de un todo


¿Que será? Lo mejor de un cuadro son los silencios, los recovecos evocadores, los sentimientos desparramados por el lienzo. Él hizo esto y pensó aquello, él ha muerto, esto a perdurado. Da igual el origen, da igual la intención... sólo queda la impresión. Muero por mis divagaciones y mis fantasías, la pintora Lavinia Triunfi o una amante casual, da igual. Velasquez regaló esta joya, no materialmente, regaló el sentimiento en una época intolerante que perseguia el desnudo y el deseo carnal como desviaciones de la moral. Sólo fue para él el cuadro, el reflejo de ella, de una ella que perdurará impresa en el imaginario cultural como una estampa definitiva del más barroco romanticismo.
Y ese pintor de bigotes puntiagudos somos los todos de todas partes, el cuadro la via y la mujer que observa espectante al hombre que le da forma indudablemente es... la vida.


Chocan dramáticamente, niña de ojos rizados y pelos azules, mi ansias de perseguirte y tus ganas de esquivarme.

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