Si algo poseo es la religión de la aventura,
esa cuyo templo es el camino,
esa cuya liturgia es el paso,
esa cuya letania es el susurro de la tierra entre los dedos de los pies.
Sacerdote de la religión de la feliz nada,
puesta como bufanda de sentimientos,
escondida entre los pliegues de mi mirada,
escondida sin miedo.
Saludame de lejos si me reconoces,
desenfunda el cariño y disparame a la cara,
ahi no tengo armadura.
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