miércoles, 24 de noviembre de 2010

Lo vivido se había consumido deprisa. Los años, mirando atrás, eran recuerditos de otras personas, como cuadros viejos y solemnes. Me aferro a lo que puedo, ando igual, visto y manejo el coche igual, sigo el mismo ritual diario, ducha, cepillo de dientes y desayuno. Pero ya nada era lo mismo. Y la jodida me mira desde la mesa, engrasada y lista, junto a mi carta de renuncia. Había tomado conciencia de mi mismo, era hora de tomar las calles.

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