Ahora Gali observa como todos los negritos de Itaíba en el nordeste brasileño bailan y cantan felices. Los jóvenes susurran que Gali como siempre, esta bobo y que no se entera de nada, que aún no sabe que es libre y que la esclavitud ha sido abolida en Brasil, siendo junto con España los dos últimos países en hacerlo. Pero Gali lo sabe y piensa, piensa lo que ningún otro negrito ha pensado aún. ¿Qué va a hacer ahora sin trabajar en el ingenio? Gali no sabe hacer otra cosa que cortar y cargar azúcar con el machete, y es entonces cuando Gali corre, corre tierra adentro, corriendo como un viejo cimarrón.
Al poco, los miedos de Gali se hacen realidad. Los negritos pasan a ocupar las filas de los pobres, se amontonan en las ciudades, sin oficio, sin trabajo, los negritos pasan hambre. Igual que antes, no se llaman personas, son los sin tierra, los brazos, las espaldas. Trabajan en las mismas condiciones que en los ingenios y las plantaciones pero no reciben apenas dinero, ni para comer ni para un techo, amontonados en pudrideros de miseria. Pero los presidentes brasileños se dan las manos, felices, ahora han pasado a la modernidad y su pueblo es libre.
De Gali se dice que de bobo se lo comió un yacaré en la selva, otros sin embargo dicen, que Gali no era bobo y que de tanto observar, se fundió con la tierra y así como dejándose llevar, volvió a África, a nacer de nuevo.
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