martes, 11 de noviembre de 2008

Para no olvidar lo que soy

Para no olvidar nunca lo que soy, un trotamundos sin talento, un cuerpo que no sirve ni como recipiente de mi alma, que vuela libre fuera de mí como una estela invisible. Soy música silenciosa cantada por unos ojos fugaces, de sueño ligero pero fuerte, de mente despierta pero ensimismada, desquiciada. Desquiciada por el reinar de la ignorancia, por el paso del tiempo baldío, por la venda cada vez más gruesa que nubla los ojos del mundo.
No quiero olvidar por lo que lucho. Contra la indiferencia conformista del que tiene la barriga llena, contra la manipulación fácil de un pueblo dormido y contra la politización pueril de la vida, que comercia con el todo. Por la destrucción más hermosa jamás pensada, la de las barreras, la de la ignorancia. La destrucción del sistema que encauza la vida sin preguntar, lucho para reventar al estado que “racionaliza” el mundo, de eso, hablemos de razón. Lucho por destrozar la razón fría y calculadora, la que aplastó a los cuentos, mitos y leyendas, la asociada a mentes simples y complejas. Aniquilar también la irracionalidad nacida de los monstruos de la noche y el aislacionismo de las fronteras y el dinero.
Lucho por la libertad que nos compone, de esa inalcanzable. Que sólo se puede conseguir deshaciéndote de las cadenas que sufres desde tu nacimiento, llamada socialización. Por esa libertad que se consigue con el conocimiento y experiencia, pero sobre todo con la reflexión. Esa que es una conclusión definitiva, a la cual todo el mundo llega por sí solo. Somos libertad, alma es libertad, pero es frágil y hay que mimarla y cuidarla, vigilar que no le ataquen y mantenerla fuerte. Es asustadiza y hay que hacerle sentir segura. Por que siglos de ostracismo la han vuelto temerosa. Pero con ella, soy más poderoso que cualquier fuerza del universo.
Para no olvidar lo que soy, libertad y espada.