miércoles, 15 de abril de 2009

Camino soñado


Aceptemos como afirmación que el hogar es ese sitio donde realmente encuentras paz, el lugar que al llegar tus sentidos se relajan, allí no existe ningún peligro. Con sólo oler su fragancia la mente deja de ser un constante martillar de sangre...

Ahora finjamos que ese lugar es físico, bueno... finjamos. Aceptado socialmente, es mi casa... ese piso en aquel edificio. Esa casa con jardín, ese almacén de recuerdos... Para tener una sensación constante de pertenencia, el frustrado y constante intento del ser humano por poseer lo imposeible, por racionalizar lo irracionable.

Después, con la demencia del loco, encuentras poca paz en los lugares que el mundo ofrece. Por lo menos durante poco tiempo. El corazón palpita con la expectación de un nuevo viaje. El alma sufre enfermedad de melancolía con estancia prolongada. El bastón aúlla en su retiro forzado. Tus cosas pueden ser transportadas en tu espalda y sólo importa el que tus pies puedan sostener el peso de tu cuerpo, de tu alma y el de tu vida a los hombros.

Llegados a este punto, la realidad se distorsiona. Lo enseñado, lo aprendido y lo visto se torna mentira, sutil e inocente pero mentira al fin y al cabo. Porque sólo puedo asociar dos términos que podrían llegar a ser lo mismo, sinónimos… aunque no exactamente. Simple, bailan en mi mente… no sé si busco uno y otro, no sé si van juntos, no sé si se aman o se odian. Si sientes lo mismo, sigue andando, yo… sigo andando… hogar y camino.