martes, 5 de julio de 2011

Las maravillas de la Lombardia



La campiña andaluza es una mancha acuosa de color tierra. Adulterada así por las lágrimas exiliadas por la dictadura de las circunstancias, que usa la violencia de los pálpitos en el pecho como tambores de guerra, generala de los ejércitos de la burla del absurdo destino.

Recorrí tu tierra de tu mano, la tierra que te vio nacer, donde me guiabas con ojos arrasados de deseo. El enorme lago de tu torso, entre los pronunciados relieves de tu serranía femenina, cálida serenidad rota por los remolinos que ocasionaban mis dedos. Los alrededores del lago, salpicado por una constelación de poblaciones y villas, de tus lunares estrategicamente colocados para sorprender y desear. Al norte, veo tu carita cubierta por las nieves perpetuas que da el poseer un espíritu elevado y al sur, todo se pierde en las ondulantes estribaciones de unas piernas ansiosas de caminos y valles encantados.

Ahora solo tengo un vacío que amenaza con tragarme, implosionando hasta desaparecer. Lo que salva mi alma moribunda son los buenos deseos de buena gente... ya que la vida, tras la esquina, me aguarda con un nuevo duelo a muerte. Un desafío candente, duro y dulce.






Te recuerdo Amaranta