sábado, 2 de octubre de 2010

Fray Andrés de Urdaneta

Ya no cantaba el grumete, solo cantaba el viento.

Ya no subía el vigía a lo alto, en el mastil habitaba la Luna.

Y aquel hombre seguía sus cálculos como un copérnico de los mares.

Era un hombre que volvío con un nuevo saber.

Ratas, escorbuto, hambre, velas arrancadas, mástiles partidos, compañeros arrojados al mar como centinelas de aquella ruta.

Nada hace retroceder a quién ha logrado engañar al viento.

Era un hombre que volvió y pudo explicar su aventura.

Un pirata de las estrellas que volvió para que otros, pudieran ir.